Lunes 30 de julio de 2018 (Villamayor de Monjardín – Viana)
Sobre el papel 30.1km, pero realizados 39.8km (Villamayor de Monjardín – Los Arcos – Sansol – Torres del Río – Viana)
“Día increíble. Lo de menos la etapa, que aunque con muchos kilómetros, solamente fueron duros los 10km últimos.
Lo que me he dado cuenta es lo bien que se camina de noche si la ruta no es difícil, o sea que lo probaré más veces…seguro que en Castilla.
El camino no fue del todo bonito como otros días, pero lo dejamos en distinto.
Pero el albergue…esto sí ha sido mágico y distinto. Pegado a la Iglesia de Santa María de Viana, pero sin camas, sólo colchonetas en el suelo y de donación. Paga lo que quieras.
Por lo cual, y al estar tan cansado por los últimos kilómetros y ese calor, me instalo y rápido a la piscina (la tenía vista desde cerca de 2 kilómetros antes de llegar al pueblo con carteles por todas partes). Tres horas con los pies a remojo me resucitan. Ya me podéis echar los kilómetros que hagan falta de nuevo.
Antes de llegar, me encuentro con el resto de peregrinos que se hospedan en el albergue y me invitan a sentarme a tomar una cerveza, ¡cómo decir que no! 😊, y el resto…pura magia del camino.
Una vez acabada la última cerveza, y avisados por el hospitalero que estaba en el balcón, algunos subieron a poner la mesa para la cena, y otros fuimos a misa (nos bendecían de nuevo).
Con lo que, acabada la misa y ya bendecidos, los más católicos nos subimos a cenar. Cena comunitaria alrededor de una mesa enorme. Increíble. Se hablan cuatro idiomas: italiano, español, francés e inglés. Patatas a la riojana (cómo no) regadas con un buen Ribera (ver para creer 😊)
Y justo después de cenar, cuando empezábamos la sobremesa con una guitarra que tenía el hospitalero (Pedro) por allí, aparece el párroco para llevarnos, a través de pasadizos que comunican el albergue con la iglesia, a la zona donde se encuentra el órgano y el coro de la Iglesia.
Os prometo que parecía que estábamos inmersos en cualquiera de los libros de Dan Brown.
Si fue algo mágico para mí, que conocer conozco alguna que otra iglesia y he subido a algún que otro coro, me encantaría poderos describir la cara de un alemán que no había pisado una iglesia desde hacía 30 años. 😊
Una vez en el coro, nos sentamos en una bancada, hicimos oración, y después de la oración nos pregunta el párroco si queremos cantar. Ojo, cuatro italianos (los gemelos, Anna y Dario) cuatro españoles (el párroco, Pedro, Isabel y yo), dos alemanes (Benno y una alemana que no recuerdo el nombre), dos irlandesas (Katie y Catherine), un holandés (Ton), una belga (Dorin) y una guitarra, algo hay que improvisar 😊
Al terminar de cantar, un momento de reflexión increíble guiados por Ton (el holandés) y a la cama, colchoneta o como quieran llamar donde vamos a dormir.
Un antes y un después en el camino. A partir de ahora me empezaré a encontrar más fácilmente.”
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